En estos días, es un sentido común, la necesidad de producir cambios profundos en las formas en que se maneja “la cosa pública” y el Estado.
Las factorías políticas de todo orden pergenian, a todo vapor, las ofertas electorales para los chilenos y las chilenas, que deberán dirimir quien encabezará los “destinos de la patria” para el próximo periodo, a partir de 2014.
Cual más, cual menos se devanan los sesos buscando la fórmula mágica que reencante a las masas, perdón debo decir a la ciudadanía, después de que esta se pusiera díscola y comenzará a exigir respuestas concretas y efectivas a sus demandas.
Los fantasmas de Aysén, Freirina, de los estudiantes y el Pueblo Mapuche y muchos más, rondan las noches y los días de los equipos creativos que buscan la ecuación perfecta para presentar en los próximos comicios presidenciales.
Parafraseando a Sieveking “corre el billete” contratando consultorías extranjeras que ayuden a encontrar el eslabón perdido que permitió embaucar, por varios periodos, a millones de chilenos, con promesas de cambio, de igualdad, de participación que “nunca fueron”, como dicen los jóvenes.
El “personal” ya no sólo no les cree, sino que tampoco los quiere votar, véase los resultados de las elecciones municipales y se comprenderá el desafío que tienen las mentes creativas del duopolio político empresarial que ha gobernado Chile los últimos 23 años.
Sin embargo la fórmula es sencilla, lo Chile necesita es que se le hable claro, que las propuestas y los programas que se le ofrezcan al pueblo, perdón a la gente, den respuestas concretas, claras y categóricas a los problemas del Chile de hoy.
Ya no se admiten ambigüedades ni posturas “responsables” que en verdad ocultan compromisos y negociados para seguir favoreciendo a los de siempre.
Desde hace muchos años, con despuntes en 2006 y definitivamente en 2011, las exigencias de los habitantes de nuestra patria se hacen cada vez más explícitas y cada vez más las personas adoptan por sí mismas la conducción de sus reclamos y la movilización como forma de hacer notar la necesidad de responder con urgencia a su indignación que crece día a día.
En este sentido, la declaración de principios del candidato presidencial de la izquierda crítica y de los movimientos sociales, Marcel Claude, viene a ser un aire fresco que revitaliza la escena político electoral y abre las esperanzas de construir una alternativa verdadera que se enfrente al duopolio político empresarial que se ha enseñoreado en el país por más de 20 años, traicionando las esperanzas y expectativas de millones de chilenos y chilenas.
Para espanto de algunos, Claude habla claro, demasiado claro, respecto de sus planes, dice “si yo llego a ser Presidente de Chile, que no le quepa duda alguna a nadie en este país, que vamos a nacionalizar el cobre, que vamos a terminar con las AFPs, que vamos a instalar un sistema de educación pública gratuita financiado con el presupuesto del Estado, que no quepa ninguna duda de que eso lo vamos a hacer si nosotros entramos a La Moneda”.
Más claro dónde? En pocas palabras un programa de transformación real, dicho con la claridad y franqueza que hace años no se observa en el panorama político nacional. Esto es lo que, crecientemente, va entusiasmando a diversos sectores, especialmente juveniles, que perciben que al hablar claro, se habla con verdad.
Que eso es difícil, que no se puede, que no corresponde a la realidad, serán las reacciones esperadas, asociadas a acusaciones de populismo e irresponsabilidad.
Pero, cuándo ha sido coser y cantar arrebatarle los privilegios a los poderosos. Por ello, Claude, ha señalado que todo será posible a condición de contar con una mayoría movilizada, de la que él sólo será un instrumento, por eso ha sido inteligente y políticamente correcto el uso de la consigna ”tod@s a la moneda”, que en una frase resume lo que se quiere hacer.
Para rematar señala el candidato de la izquierda crítica y los movimientos sociales señala “vamos a hacer un llamado a constituir una Asamblea que le dé una nueva institucionalidad a este país”.
Se pueden percibir los escalofríos, que esta declaración de principios, provoca en los Walker, los Escalona y sus acólitos, no por lo que dice, sino que principalmente porque estas palabras interpretan a la inmensa mayoría de los chilenos y chilenas que esperan hace tiempo un representante que tenga los cojones suficientes para enfrentar a los usurpadores de la soberanía popular y las riquezas de Chile.
Pues, no hay analista o experto honesto, que no reconozca que las cifras le dan la razón a Claude, en Chile es posible que la educación sea gratuita y por supuesto de calidad, en Chile es posible que la salud llegue a todos y todas, que las pensiones sean dignas.
No hay razones para que las riquezas, los recursos naturales y los servicios básicos (agua, comunicaciones, electricidad) no estén en manos de las y los chilenos.
No se entiende que a estas alturas el derecho a la autonomía y la autodeterminación de los pueblos originarios sea abordado, discutido y solucionado y que en definitiva los derechos sociales, políticos, económicos y culturales sean una realidad en nuestro país.
La determinación a convocar a una Asamblea Constituyente Soberana, es el paso indispensable para alcanzar los cambios profundos que Chile necesita, nada de lo planteado será posible sin que contemos con una nueva Carta Fundamental que interprete a la inmensa mayoría de las y los chilenos.
Sin embargo este desafío no sólo interpela a la derecha, la concertación y sus satélites, sino que principalmente a la izquierda crítica y a los movimientos sociales cuya diversidad obligara a realizar un esfuerzo unitario y convergente descomunal.
La responsabilidad para los movimientos y fuerzas de izquierda crítica es enorme, después de mucho tiempo tienen el campo libre para articularse y proponer una alternativa coherente y con vocación de poder, que se mantenga en el tiempo y que se comprometa a, llegado el caso, no optar por el mal menor, error que ya se cometido en procesos anteriores, que sólo ha sido útil para desarticular, dividir y finalmente dilapidar lo avanzado.
Para realizar los cambios que Chile requiere, se necesita: un programa transformador único, una mayoría que lo lleve al poder, un candidato que lo encabece y la necesaria unidad que lo sostenga.
Por ahora, hay un programa abierto y en construcción cuyos primeros esbozos son prometedores, el que se puede enriquecer y un candidato, independiente y por tanto sin compromisos con nadie, dispuesto a representar este sentimiento mayoritario.
Se debe ocupar el tiempo que se viene en establecer la necesaria unidad y avanzar en la construcción de las mayorías que se precisan para conquistar los sueños truncos de un pueblo, de una sociedad, de un país que puede y debe dar a sus hijos e hijas mucho más de lo que hasta ahora les ha mezquinado.
Por Edgar Guíñez
Director SIC Noticias.
Comunicador Autodidacta