Que el periodista dijese que Longueira faltaba a la verdad no es trascendental, como tampoco que el Servel hubiese entregado mal el dato. El tema no es que algo este bien o mal hecho, acá lo que se espera en el debate o entrevistas de cualquier candidato a ser Presidente de nuestra patria es que nos muestre y diga que es capaz de dirigir y convencer acerca de todo lo que promete hacer para alcanzar la modificación del actual estado de cosas que nos ha convertido en un país estresado, alterado, enajenado en el consumismo, en el endeudamiento, mirando para el lado y dando palos para salvarse solo.
Longueira está lejos de eso, el médium de la derecha es una mala copia, un vende patria, continuador de la locura privatizadora impulsada por Pinochet y luego por los gobiernos de la Concertación; pero, además, es un individuo incapaz de tener opinión propia, pues como buen anti patriota este hijo de la dictadura es un payaso, un títere de los intereses y capitales globales. Así lo ha demostrado siempre, en especial en su actuación como Ministro de Economía recientemente.
Como muestra, un botón: Como secretario de esa cartera se la jugó por modificar una ley clave para la defensa del territorio nacional, propiciando la privatización en el ámbito del cabotaje y con ello, entregar a cualquiera, aunque no sea chileno, los secretos de nuestros canales australes. Aplicar la modificación de la Ley de Cabotaje es lo más antipatriota que se pueda plantear, ni los últimos militantes de Avanzada Nacional se la perdonarán, como tampoco ningún oficial o mote de la Armada logra avalar una medida que, además, permitirá que los barcos en tales vías estratégicas no lleven nuestra tricolor y la estrella solitaria. Longueira y su secuaz, Piñera, mandaron ese proyecto de ley con suma urgencia al Parlamento y la Armada tiene la palabra.
Pero no fue todo. De igual forma, no dudó en ponerle fianza al Mall Barón, cuando ya cientos de voces ciudadanas se levantaban en contra del adefesio del retail, hijo de grupo Solari. Dando ejemplo de lo que ya todos los chilenos conocemos como el “gobierno de excelencia”, sus palabras fueron “los acuerdos del estado se respetan”, y así, de una, homologó el robo, la corrupción y el abuso antidemocrático a un respetable acuerdo de estado. Enrique Santos Discépolo, antes de escribir Cambalache, debió haber conocido la genética de este ingeniero industrial que supo del poder como un regalo del gorila mayor, cuando fue DESIGNADO, presidente de la Federación de Centros de Estudiantes de la Universidad de Chile, en 1981.
Ese individuo ahora quiere ser Presidente de Chile. Si lo logra, significará que estamos más locos y enfermos que el que habla con el difunto Jaime Guzmán.
El ex ministro es un caso clínico (pero ojo que otros han llegado al poder con tal cuadro sicológico), y no ve que el mundo – en particular los indoamericanos – quiere vivir en paz, o sea con Justicia, que caminamos para volver a ser pueblos con cultura propia, defendiendo el entorno, recuperando nuestras riquezas naturales y estratégicas para el goce de los que habitamos este suelo. Porque ya vimos que su modelo, el que él defiende, tiene sumida a la zona Euro en la más crítica recesión y cesantía de la historia de la Humanidad.
Longueira es peligroso por eso, porque es un fanático capaz de cualquier cosa, de un montaje, de un chantaje, de todo, con tal de llegar al poder que lo obsesiona. No nos engañemos, lo importante que vimos en esa entrevista panel, fue eso, un fanático sin límites. Y eso no puede dirigir un país, sino a un desastre.
Longueira quiere que nos pongamos de rodillas, que regalemos todo, que haya millones más de cesantes, del libertinaje absoluto del empresariado trasnacional, por sobre la burguesía nacional y la pequeña y mediana empresas chilenas, el deschavetado este es el peor candidato de los seguidores de Pinochet y Jaime Guzmán.
Por Jorge Bustos, Dirigente Portuario.
