Descarga Gratuita del Libro Azul de Hugo Chávez.

INTRODUCCIÓN AL LIBRO AZUL DE HUGO CHAVÉZ, POR NICOLÁS MADURO MOROS PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

DESCARGA AQUÍ EL LIBRO AZUL DE HUGO CHAVÉZ: 

http://es.scribd.com/doc/215965685/Libro-Azul-de-Chavez

  I

Al recorrer las páginas de El Libro Azul, al releerlas con la atención que ellas merecen, advertimos inmediatamente la presencia del Hugo Chávez pensador: un pensador enteramente libre y enteramente comprometido; un pensador en guerra abierta contra toda forma de dogmatismo. El Libro Azul demuestra una poderosa convicción del Comandante a lo largo de su vida: pensar antes de actuar; generar pensamiento liberador para iluminar los caminos de la praxis fecunda.

El hacerse mundo del pensamiento del Gigante tiene en El Libro Azul su primera etapa: una primera etapa en la que ya sus ideas adquieren singular concreción. Son ideas nacidas en medio de la batalla histórica de nuestro Pueblo, entrañablemente ligadas a la historia del MBR-200.

A propósito, y valga la digresión, creo que llegó la hora de estudiar a fondo al MBR-200 y el papel determinante que jugó en la historia contemporánea de Venezuela. Estimo que es un reto para los jóvenes historiadores e historiadoras, para quienes en filas militares se incorporaron a él y para quienes lo acompañaron desde el mundo civil. Con todo y su importancia histórica determinante, allí está el 4 de febrero de 1992 para corroborarla, su devenir histórico tiene que ser mucho mejor conocido por nuestro Pueblo. Si queremos saber de dónde venimos, necesario es entender el papel que jugó el MBR-200 como poderoso factor desencadenante de nuestra Revolución Bolivariana.

Al acercarnos al pensamiento y la obra del Comandante Hugo Chávez advertimos que todo cuanto llevó a cabo respondía a una doble condición histórica: contar con un propósito claro y tener una profunda conciencia de sus consecuencias en el tiempo. El Libro Azul no es una excepción, también aquí lo descubrimos hundiéndose en la historia para trazarnos el horizonte filosófico y político que imaginaba para el país al que condensó en el Proyecto Nacional Simón Bolívar.

Como pocas veces en la historia venezolana, un hombre ideó las bases de un sistema político, económico y social, y se encargó de convertirlo en carne histórica. Y es que Chávez, desde el mismo instante en que advirtió para siempre que su vida se la dedicaría por entero a la resurrección de la Patria, supo que un nuevo proyecto histórico digno de tal nombre debía partir del sustrato ético e ideológico de la inconclusa lucha heredada. Solo rescatando el carácter afirmativo de la venezolanidad, para decirlo con Augusto Mijares, y luchando sin tregua por la victoria final de todas las luchas de nuestro pasado, podríamos tener real y verdaderamente Patria.

Nos habíamos convertido a lo largo del siglo XX en un Pueblo huérfano de nuestro glorioso pasado, de tal suerte que perdimos toda forma de reconocimiento. Y eso Chávez lo reconoció con soberana claridad, y nos lo hace saber a plenitud en El Libro Azul.

Podríamos decir que en el espíritu de Hugo Chávez, cuando escribía estas páginas, latía el mismo desvelo de don Mario Briceño-Iragorry cuando nos recordaba con dolor:

Alejados de una lógica viva que persiga en nosotros mismos, es decir, en nuestro propio pasado nacional, la sustancia moral de nuestro ser social, hemos sufrido una ausencia de perfiles determinantes. Como corolario, no hemos llegado a la definición del ‘pueblo histórico’ que se necesita para la fragua de la nacionalidad.

Chávez le dio fecunda concreción a esa lógica viva. Desde un proyecto con raíces propias y respondiendo a la coyuntura sociopolítica de la Venezuela de finales del siglo pasado, el objetivo trascendente era propiciar, otra vez, el alumbramiento del pueblo histórico, el verdadero y olvidado, el que tantas veces se le negó su esencia y razón: el Pueblo que el Gigante hizo que renaciera de sus cenizas para que pudiese hacerse Revolución, Patria, Patria ardiendo en llama sagrada.

Hoy encarnamos plenamente la categoría de pueblo histórico, y hemos venido cumpliendo colectivamente el más hermoso proceso de fragua de la nacionalidad. Y valga la reiteración: hoy tenemos Patria como nunca antes en nuestra historia.

HUGO

II

Nuestras leyes son funestas reliquias de todos los despotismos antiguos y modernos, que este edificio monstruoso se derribe, caiga, y, apartando sus ruinas, elevemos el templo de la justicia y, bajo los auspicios de su santa inspiración, dictemos un código de leyes venezolanas.

Son las palabras del Padre Bolívar que nunca dejaron de pendular en la mente del joven oficial Hugo Chávez. El Libertador estaba transmitiéndole un mandato: era impostergable socavar por completo el derruido andamiaje de toda una sociedad que clamaba desde décadas atrás por una real y verdadera transformación. Implícita estaba la visión en el genio del Comandante de que el Pueblo venezolano debía agigantarse para hacerse de su destino, de su azimut histórico. Y ello dentro de una estrategia de transformación que debía abarcar tanto el nivel fenoménico como el genosituacional, enfrentando y confrontando a profundidad la contingencia histórica y sus derivaciones, mientras se las abordaba integralmente, según el planteamiento expuesto por nuestro Chávez.

En este sentido, El Libro Azul hizo de bitácora, y ha sido y es un sólido referente que refuta a quienes han insistido y siguen insistiendo en que nuestro Gigante nunca tuvo rumbo cierto o bien una vez hecho del Gobierno, en 1998, traicionó sus propuestas iniciales, al igual que al proyecto nacional expuesto hasta en el último rincón de nuestro territorio a todos los venezolanos, luego de que saliera de la cárcel y hasta el día en que fuera electo Presidente por primera vez. Convencido y claro, desde mucho antes del 4 de febrero de 1992, de la necesidad histórica y política de una convocatoria nacional a una Asamblea Constituyente en el caso de que la rebelión triunfara. No en vano, con el devenir del tiempo, ésta fue su única propuesta electoral en 1998 y la primera decisión que tomó tras ser investido con la primera magistratura nacional.

 III

Para el filósofo Juan David García Bacca, gran estudioso del pensamiento robinsoniano, tantas veces citado por Chávez, definir consiste en hacer resaltar lo original que las cosas tienen (diferencia específica) sobre el fondo común (género próximo) de una realidad, única forma de determinar lo que esa misma cosa está siendo. Mutatis mutandis, cambiando lo que hubiera que cambiar, algo parecido se presentaba en la sociedad venezolana en el tiempo en que estas páginas fueron escritas: la crisis terminal anunciaba un desenlace heroico, visto el coraje mostrado y demostrado por nuestro Pueblo aquel 27 de febrero de 1989, al colocar contra las cuerdas tanto a la tesis neoliberal como a la tan cacareada “muerte de las ideologías”.

Retrataba fielmente El Libro Azul no solo lo que en cuerpo y alma vivía y padecía la sociedad venezolana, lo que entonces estaba siendo, sino que pintaría por igual el transfinito mundo de posibilidades a la que quedaría abierta en el porvenir, para decirlo también con García Bacca, asido éste de la mano del maestro Simón Rodríguez y su lapidaria frase inventamos o erramos, esto es, lo original como punto nodal de las repúblicas a edificar. Dice García Bacca: “Es, pues, transfinitud tipo originalísimo de invento, originalísimo por secuela de invenciones”.

De allí la génesis de una Revolución Bolivariana única e inédita y, por secuela, los originalísimos procesos constituyente e instituyente que no solo parieron una Carta Magna originalísima, sino que tales procesos siguen definiendo y transformando la realidad venezolana en la misma medida en que nuestros hombres y mujeres se han ido reapropiando felizmente de la misma.

Una de las formas para que tal reapropiación se haga efectiva ha sido la constante convocatoria al Pueblo Legislador, concepto éste robinsoniano, para que el Pueblo pueda darse a sí mismo un Código de Leyes Venezolanas, como lo pidiera Bolívar en Angostura. La Ley Habilitante contra la corrupción y la Ley Habilitante para adecentar las reglas del juego económico nos colocan ante la exigencia insoslayable de legislar también sobre nuevos códigos morales; nos dan certeza de que ese mismo Pueblo Legislador, ahora más que nunca, está en las calles movilizado; es el Pueblo Legislador como expresión viva y efectiva del Poder Popular, participativo y protagónico, de la sociedad original a la que aspiramos.

IV

En El Libro Azul, Chávez estudia la realidad nacional con pasión: pasión patria y bolivariana que lleva en sí una tremenda carga de angustia y, al mismo tiempo, de esperanza. Para Chávez, en esta etapa en que su pensamiento comienza a definirse, el tránsito y la transición del país sufriente y oprimido por el régimen puntofijista, centro generador de angustia, hacia el país deseado y liberado, pasa necesariamente por el país insurrecto, sublevado. En su visión, cerrando filas al lado del país insurrecto y sublevado del Pueblo rebelde, deben estar los militares para cumplir el mandato del Libertador de empuñar sus espadas en defensa de las garantías sociales, de los derechos de las grandes mayorías.

Al Chávez que escribe El Libro Azul en 1991 podemos verlo a la luz de estas palabras de Michel Foucault: “Es la conexión entre el deseo y la realidad (y no su retirada hacia las formas de la representación) lo que posee fuerza revolucionaria”.

Como pensador y como conductor militar y líder político, Chávez busca incesantemente la fecunda conexión entre el deseo y la realidad, cosa que, por cierto, la izquierda había renunciado a hacer en aquel tiempo. De allí que El Libro Azul mantenga intacta la fuerza revolucionaria que lo genera y lo proyecta. En este sentido, nosotros debemos estar atentos y vigilantes para que nunca se pierda la conexión entre el deseo colectivo, popular, y la realidad venezolana: nuestro Pueblo tiene todo el derecho a reclamarle a quienes ejercemos labores de Gobierno, cuando percibe desconexión de nuestra parte. Hoy, tener de verdad verdad fuerza revolucionaria para acelerar la transición al socialismo significa tener capacidad para oír la interpelación popular: he allí la clave para el necesario e irrenunciable reimpulso cotidiano.

Quienes somos y nos sentimos chavistas, quienes hemos hecho del Plan de la Patria 2013-2019 nuestra carta de navegación, no estamos aquí para mantener y administrar el poder, sino para seguir haciendo una revolución: una revolución que tiene como base fundamental la praxis del poder obediencial, el ejercicio de gobernar obedeciendo; es la feliz realidad de las comunidades al mando, del Pueblo legislando, del Pueblo Presidente, del Poder Popular que no es administrado por nadie, sino por el propio Pueblo Soberano en tanto que Poder Constituyente e Instituyente.

Si para José Carlos Mariátegui el objetivo de un proyecto de liberación nacional en su tierra se fundamentaba en el principio de peruanizar al Perú, es posible verificar en el Chávez de El Libro Azul un objetivo similar, esto es, venezolanizar a Venezuela. A tal objetivo trascendente responde la creación del árbol de las tres raíces, en tanto que audaz reivindicación y fecunda asunción de una memoria histórica liberadora, plena de contemporaneidad y preñada de porvenir.

V

Vamos a citar in extenso al Comandante. Oigamos su verbo aclarando el panorama y trazando la ruta genuina hacia la liberación nacional, hacia nuestra definitiva Independencia:

¿Cuál es la razón por la que estamos aquí y ahora anunciando y promoviendo cambios profundos al comenzar la última década de este siglo “perdido”?

Pudieran enunciarse infinidad de causas, pequeñas y grandes, pasadas y presentes, estructurales y coyunturales, para exponer a los hombres de esta hora tal razón. Sin embargo, todas las que aquí pudieran señalarse serían tributarias de una misma corriente, cuyo cauce viene de muy lejos y cuyo lecho aparece y desaparece de manera intermitente en los recovecos y vueltas, casi siempre oscuros, de la historia patria.

Existe entonces, compatriotas, una sola y poderosa razón: es el proyecto de Simón Rodríguez, El Maestro; Simón Bolívar, El Líder; y Ezequiel Zamora, El General del Pueblo Soberano; referencia verdaderamente válida y pertinente con el carácter socio-histórico del ser venezolano, que clama nuevamente por el espacio para sembrarse en el alma nacional y conducir su marcha hacia la vigésimo primera centuria.

El clamor se hace indetenible por los caminos de Venezuela. Se acerca, se hace torrente y se confunde en el estremecimiento del pueblo venezolano.

Este proyecto ha renacido de entre los escombros y se levanta ahora, a finales del siglo XX, apoyado en un modelo teórico-político que condensa los elementos conceptuales determinantes del pensamiento de aquellos tres preclaros venezolanos, el cual se conocerá en adelante como Sistema EBR, el Árbol de las Tres Raíces: la E, de Ezequiel Zamora; la B, de Bolívar y la R, de Robinson. Tal proyecto, siempre derrotado hasta ahora, tiene un encuentro pendiente con la victoria.

Nosotros, simplemente, vamos a provocar dicho encuentro inevitable.

Al releer detenidamente estas palabras, quiero recordar algo que ya he dicho: a muchos de nosotros y nosotras, sus hijos e hijas, sus colaboradores y colaboradoras, Chávez nos sacó de la enajenación exógena que lamentablemente marcó parte de la historia de la izquierda venezolana, y que la alejó irremediablemente del palpitar y del sentir del Pueblo. Chávez fue un auténtico maestro, un inigualable pedagogo a la hora de mostrarnos la necesidad urgente e irrenunciable de hacer cuerpo y conciencia de nuestra historia, de sentirnos y sabernos herederos y herederas, continuadores y continuadoras de todas nuestras luchas. Gracias a sus enseñanzas, el Libertador, el Maestro y el General del Pueblo Soberano se convirtieron en nuestros grandes y ejemplares contemporáneos; los puso literalmente a batallar con nosotros en nuestro tiempo. Chávez nos puso en la realidad y, para ponernos en la realidad, nos abrió las sendas perdidas de la memoria histórica, de su potencia y de su potencialidad; nos convocó a buscar y encontrar los códigos que nos dan sentido y razón como venezolanas y venezolanos.

Chávez rescató nuestras fuentes originarias: Simón Rodríguez, Simón Bolívar y Ezequiel Zamora, las tres raíces y las tres estrategias para la refundación de la República.

VI

Al recorrer nuevamente las páginas de El Libro Azul, he vuelto a confirmar una certeza: Chávez no solo es el mayor reivindicador de Bolívar, también lo es de la figura y del pensamiento de Simón Rodríguez.

Qué portentosa manera tiene de descubrirnos el valor fundacional de las ideas de Robinson, de revelarnos la importancia decisiva de lo original robinsoniano. Para Chávez, Robinson no es el inspirado, sino el que inspira a través de la utopía concreta que se proyecta en su pensamiento. Es por eso que el Comandante reivindica al Robinson audaz, al Robinson revolucionario, al Robinson descolonizador de las conciencias, de las mentalidades, al Robinson que nos planteó el ineludible dilema existencial y político de inventar o errar, al Robinson que puso todo el énfasis en la necesidad imperiosa de crear una manera de gobernarnos que dejara de mirarse en espejos importados para comenzar a vernos a nosotros mismos. En realidad y en verdad, Chávez extrajo toda la potencia emancipadora de su pensamiento.

Robinson encarna en Chávez cuando dice, por ejemplo:

Los hombres no están en sociedad para decirse que tienen necesidades, ni para aconsejarse cómo remediarlas, ni para exhortarse a tener paciencia, sino para consultarse sobre los medios de satisfacer sus deseos, porque no satisfacerlos es padecer.

Se trata, entonces, de un Robinson que piensa la Revolución desde el deseo, desde los deseos, y esto hace que el Chávez que lo sigue, que se inspira en él, se aleje de cualquier tentación dogmática, de cualquier forma de dogmatismo.

Quiero atreverme a formular libremente una intuición: en muchos y diversos sentidos, Robinson es para nosotros mucho más importante que Carlos Marx, y lo es porque él pensó desde nuestra realidad, enraizando su pensamiento, asimilando todas las ideas que había que asimilar de Europa, pero pensando desde presupuestos nuestroamericanos, no europeos, teniendo el coraje de formular ideas propias, descolonizándose a la hora de forjar conceptos, descolonizándonos en el pensar y en el hacer. No en vano el Maestro de Maestros de la Patria Grande escribió estas líneas que aún nos desafían, nos retan: “Más cuenta nos tiene entender a un indio que a Ovidio”.

Quienes solo entienden a Ovidio, y no les importa entender a un indio, tienen el colonialismo en la cabeza y actuarán en consecuencia sin el menor sentido de pertenencia. Es lo que ocurre con la colonizada oposición venezolana: el colonialismo mental les hace despreciar a nuestro Pueblo y ello significa despreciar a la Patria que los vio nacer, la Patria que no sienten, que no aman.

El Libro Azul se inscribe singular y plenamente en la corriente histórica, filosófica y política del bolivarianismo contemporáneo: se trata de un bolivarianismo para el siglo XXI, según la feliz expresión del mismo Comandante. Ciertamente, en el Libertador nos encontramos todas y todos; Bolívar nos da sentido y nos interpela; su pensamiento es una invitación permanentemente abierta a repensarlo todo. Es así: de Bolívar venimos y hacia Bolívar vamos. Esta Revolución no habría sido la misma y, más aún, no habría sido posible, si no fuese Bolivariana.

Chávez entiende el ideario bolivariano de libertad, igualdad y justicia como sustento primordial para encarnar una ética republicana que respondiera a los desafíos de nuestro tiempo. Una ética republicana en el más riguroso sentido, esto es, nada está por encima del bien común, del bienestar colectivo, de la suprema felicidad social. Es el Libertador mostrándonos el rumbo cierto del arte de gobernar: “…yo antepongo siempre la comunidad a los individuos”. Todo lo contrario fue lo que hicieron las clases dominantes desde 1830: anteponer el más feroz individualismo y ejercer el poder contra cualquier posibilidad de realización comunitaria.

El proyecto de la oligarquía no fue otro que constituir una

“Nación”, entre comillas, sí, sin Pueblo, y mantener a Venezuela en su condición de colonia. Y con la aparición del oro negro nos redujeron a ser una colonia petrolera yanqui: una extensión territorial sin libertad, sin soberanía, sin independencia. Desde todo punto de vista fue necesaria la resurrección del bolivarianismo para que resucitara la conciencia del Pueblo venezolano y así recuperar el bien de los bienes, el bien que nos permite alcanzar todos los otros bienes: la Independencia. Chávez siempre estará junto a Bolívar en la gesta independentista que retomamos colectivamente en el siglo XXI y que aún no ha concluido.

Igualmente, Ezequiel Zamora encuentra en Chávez a su gran reivindicador histórico. Siguiendo la huella dejada por el maestro Federico Brito Figueroa en Tiempo de Ezequiel Zamora, Chávez trae al General del Pueblo Soberano al presente para darle continuidad al combate social, a la batalla por la igualdad, por un país real y verdaderamente de iguales. Incluso, en esta etapa de su pensamiento, Chávez piensa y proyecta el Estado nacional desde la raíz zamorana: su propuesta de aquel tiempo era la de un Estado federal zamorano. En fin, Zamora encarna en Chávez como radicalismo: Zamora es un ir a la raíz del conflicto social que nos determina desde 1830, es un ir a fondo contra la injusticia, la exclusión y la desigualdad; es un volver a nuestra identidad originaria que tiene como base fundamental la unidad cívico-militar o, si se prefiere, el Pueblo en Armas.

Chávez trae al presente el espíritu zamorano en función de que entendiéramos la continuidad de la lucha entre los desposeídos y los oligarcas que se adueñaron del poder, acumulando los más groseros privilegios. Zamora es la batalla social que no termina: la batalla por la igualdad.

VII

Hoy estamos afrontando el reto de definir y esculpir en la materia concreta de nuestra sociedad, el modo de existir solidario, tal y como nuestro Robinson lo avizoró para nuestras repúblicas:

No es hacer cada uno su negocio, y pierda el que no esté alerta, sino pensar cada uno en todos, para que todos piensen en él. Los hombres no están en el mundo para entredestruirse, sino para ayudarse .

De modo que no estamos tallando de cualquier manera: estamos partiendo del alma de nuestra sociedad, de la entraña personal de cada una y cada uno de nosotros, en perfecta integración con el cuerpo social, para levantar sobre sólidas bases un real y verdadero Poder Moral. Esta es la batalla más exigente que nos toca librar en el presente: ello explica las respuestas que como Gobierno Bolivariano estamos dando conjuntamente con nuestro Pueblo a la actual guerra económica que factores foráneos, en conchupancia con factores apátridas, le han declarado a nuestra Patria; estamos respondiendo y seguiremos respondiendo contundentemente a tantos abusos, tantas tropelías y tantos crímenes contra un Pueblo que desea vivir en paz.

Debemos actuar desde lo más profundo de nuestra subjetividad pero en íntima consonancia, hasta formar una multiplicidad de acordes con el sentir de los otros: no nos está permitida otra opción. No en vano, ante una guerra inédita contra nuestra Nación, nuestras respuestas han sido originalísimas y ello demuestra que vamos a conjurarla: somos un Pueblo que nació para vencer y venceremos. Seguiremos en el camino de inventar e inventarnos para salvar y preservar la preciosa y fecunda vida de nuestra República Bolivariana y Chavista, esbozada y proyectada luminosamente por el Gigante en las páginas de El Libro Azul.

 VIII

Sé que he dejado por fuera muchas cosas en el proceso de escribir estas páginas, pero las mismas ya se han extendido demasiado y prefiero dejarlas hasta aquí.

Confío en que nuestro Pueblo va a encontrar muchas ideas fecundas a la hora de leer y releer El Libro Azul, para seguir ensanchando los caminos de la filosofía popular que abriera la Revolución Bolivariana. En realidad, estas páginas continúan escribiéndose en la realidad venezolana. Aquí brilla con luz propia el proyecto originario del Comandante, el proyecto que nos constituye y al que siempre debemos volver, del que siempre debemos nutrirnos.

1.Briceño-Iragorry, Mario (1952). Mensaje sin destino y otros ensayos. Biblioteca Ayacucho. Caracas, 1988, p. 75.

2. Bolívar, Simón. Discurso de Angostura, 15 de febrero de 1819.

3. García Bacca, Juan David. Infinito. Transfinito. Finito. Anthropos. Editorial del Hombre. Barcelona-España, 1984, p. 159.

4. Foucault, Michel: “El anti-edipo: una introducción a la vida no-fascista”. En Cuadernos de Marcha (Nº 38, Tercera Época). 1988, pp. 57-61.

5. Rodríguez, Simón (1828). Sociedades Americanas. Biblioteca Ayacucho. Caracas, 1990, p. 71.

6. Rodríguez, Simón (1845). “Consejos de amigo dados al Colegio Latacunga”. En Obras completas, tomo II. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas, 2001, p. 35.

7. Bolívar, Simón. En carta al general Antonio José de Sucre desde Bogotá, el 28 de octubre de 1828.

8. Rodríguez, Simón (1828). “Sociedades Americanas”. Obras completas, tomo II. Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas, 2001, p. 326.

LOGO WEB

About SIC Noticias

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *