OPINIÓN: Sin Movilización no habrá cambios. Por Adolfo Castillo

El  gobierno  reformista de la Nueva Mayoría ha prometido llevar adelante  un programa de cambios que  pueden  alterar el curso  del proyecto  neoliberal que hasta  hace  poco sostenían no pocos ex concertacionistas. No obstante, prevalecen lógicas de continuidad del elitismo despolitizador que  opera  como  lastre en circuitos  del   poder  gobernante.

En un contexto  en donde se intenta gobernar con los viejos grupos de  poder político, aislados de la sociedad civil, como  se observa  en la reforma educacional y el intento  por excluir a los estudiantes del debate o  en la reforma previsional,  la estrategia de la movilización ascendente, multiforme, democrática,  institucional  y no  institucional parece ser  el modo en que la astucia de la historia se abre paso para  poner término a un modelo diseñado en dictadura.

Si  observamos  detenidamente  el cuadro político desde la instalación de la  Nueva Mayoría en el poder del Estado, no  se aprecia una recomposición de complicidad en torno a proyectos de cambio estructural como  los señalados en el programa de gobierno. Las reformas  más  simbólicas que  apuntarían al desmontaje  de aparatos  y sistemas de control  y disciplinamiento social hacia las reglas de un orden  naturalizado  fundado en el espejismo del mercado,  adolecen  de  fuerza comunicacional,  no logran persuadir de sus bondades, quedando  como engendros de  campaña que  podrían ser  abortados a la primera contracción derivada de la acción colectiva.

La política dispone del escaso  tiempo  para  seducir con sus  bondades de orden y eventual  bienestar social; pero  el tiempo es  escaso y más  allá de los  avatares de la vida se hace  urgente decantar  qué se  quiere  realmente  para  Chile, qué proyecto se espera construir y con quiénes.

Como siempre  ha sucedido, la formidable  expresión de poder  ciudadano demostrado nuevamente en las calles de Chile por el movimiento estudiantil, nos recuerda  una vez más que  no existen cambios sin  movilización, sin acción  ciudadana.

Poner  término al orden institucional autoritario y de mercado que  traza  la Constitución de  Pinochet-Lagos, es por cierto  la mayor de las tareas que  tiene por delante la sociedad civil chilena; siendo los eslabones  débiles de la cadena las reformas  limitadas  a sistemas  funcionales,  como las que hoy  son cuestionadas por el movimiento estudiantil y sindical.

A dos meses de iniciado el nuevo  gobierno  emergen  indicios que  señalan la formación  de  una nueva voluntad transformadora,  no recluida en gabinetes ni circuitos de  poder.

La  vieja idea de concordar en un nuevo  pacto o contrato que permita sustentar un nuevo orden  democrático requiere perspectiva y generosidad. El actual  gobierno, aun cuando se presente como  instituyente de un nuevo  ciclo, no lo es por cuanto aquello  supone convergencia estratégica entre actores estatales y no estatales, y no disponer de ese material cuya inexistencia  se expresa como déficit  crónico: la audacia.

Puede ser  el sentido de nuestro tiempo, puede ser  lo posible, pero se dibujan las tendencias que marcan el escenario de los próximos años.

Adolfo Castillo

Director de  Pregrado, Universidad ARCIS

 

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