¡Con qué cara!. Por Juan Pablo Cárdenas

¡Con qué cara!

Por Juan Pablo Cárdenas
 A propósito de la concurrida cumbre CELAC Unión Europea en nuestro país, abundaron las opiniones  y declaraciones para contrarrestar la solidez de algunas economías latinoamericanas con la crisis que afecta a las naciones del Viejo Continente. En este sentido, hay quienes han querido sacarle lustre a la cifra de un 5 por ciento del desempleo nacional en relación al 25 que acaba de marcar recientemente la cesantía en España. Practicando un vergonzoso chovinismo, es así como algunos se han ufanado del buen nivel de nuestros índices macroeconómicos, en especial de nuestra tasa de crecimiento y PIB, soslayando la distancia sideral de nuestra economía respecto del tamaño de otras en nuestra propia región y, desde luego, de Europa.

Una eurodiputada y otros observadores internacionales han deparado el magnífico lobby internacional que hace Chile para convencer al mundo de la fortaleza de nuestra democracia y  sistema económico, ocultando nuestra profunda inequidad en el ingreso, las discriminaciones que afectan a nuestros pueblos indígenas y situaciones tan bochornosas como la vigencia de la Constitución Política dictada por Pinochet, cuanto de un sistema electoral que permite el acceso al Parlamento sólo de las dos primeras mayorías.  Se especula con las cifras de nuestro pretendido estatus económico, sin reconocer que algunos exitosos índices tienen explicación fundamentalmente en el buen precio del cobre en el mercado internacional, aunque estos sigan señalándonos como un país monoproductor, con una concentración abismante de la riqueza, mientras que la inmensa mayoría de quienes integran nuestra fuerza laboral recibe un salario por debajo de los 300 mil pesos mensuales. Un monto que resultaría inicuo en Europa donde, además, el acceso a la salud, a la educación y a un retiro digno todavía siguen tutelados por los diferentes estados, mientras que aquí estos tres derechos constituyen las oportunidades más fértiles del lucro empresarial. Incluso más que la administración del crédito. No es casual que la última cifra que se ha exhibido de nuestro “crecimiento” advierte un descenso de la actividad industrial respecto de las copiosas utilidades que ofrecen los servicios y la administración privada del transporte público, entre otros rubros especulativos.

Vaya que ignominioso nos resultaría comparar los valores que se pagan en Chile, en otros países del área y en Europa para acceder a recursos tan indispensables como el agua potable, la electricidad y el gas, servicios que en nuestro país son administrados por empresas extranjeras, las cuales, además, tienen bajo su propiedad cerca del  90 por ciento de nuestros ricos manantiales y a más del 70 por ciento de los yacimientos mineros. ¡Cuánto más infamante resultaría, por ejemplo, evaluar el servicio del Transantiago en relación a la calidad del transporte público de los países del viejo continente y otros países hermanos que , felizmente no han renunciado, ni con crisis, a deslindar al estado de la responsabilidad que tiene en garantizarle a la población elementos tan esenciales para una vida digna, como a la posibilidad de que sus ingresos no se agoten en este objetivo!

Después de años de saqueo de nuestros recursos naturales, en un informe destacado recién por El Mercurio se nos señala que Chile se ha ubicado como el segundo país en el Continente (después de México) en captar la inversión extranjera. Sin embargo, esto no le causa rubor alguno a la clase política nacional, ni  a las cúpulas sindicales, cebadas, como están, con los “generosos” aportes que estas compañías ofrecen a quienes se han apoltronado en el Parlamento y en nuestras instituciones públicas y gremiales  justamente para resguardar los intereses del capital foráneo, morigerar las demandas salariales e impedir una reforma tributaria que imponga gravámenes dignos el vaciamiento acelerado de nuestras minas, así como al agotamiento de nuestras reservas pesqueras. Otro informe nos señala que en las últimas elecciones municipales fueron reelectos más del 70 por ciento de los alcaldes y ediles, donde un 60 por ciento de los ciudadanos prefirió abstenerse. Sin duda, que algo similar ocurrirá en los próximos comicios parlamentarios, donde varios de los diputados y senadores que se “han repetido el plato” por 3 o 4 veces, y han superado los 70 u 80 años de edad,  ya han inscrito sus respectivas candidaturas. En el ánimo seguir formando del duopolio político (hijo del sistema binominal) que, de tan larga connivencia, sus selectos actores ya están completamente desperfilados ideológicamente. Comulgando unos y otros con las directrices neoliberales que se hacen trizas en los que nos antecedieron en el mismo mal, así como elevando y radicalizando el malestar  radicalizado del pueblo chileno. Cuestión que pasa inadvertida a los partidos y a la autodenominada “clase política”, completamente embriagada de elecciones, repartijas y prebendas.

En efecto, más allá de la corrupción que también compromete a gran parte de los regímenes representados en esta Cumbre Presidencial, cómo no señalar que en el mismo momento que Francia y otros países disminuían los estipendios de ministros de estado, legisladores y altos funcionarios, aquí los “honorables” diputados y senadores se elevaban en dos millones de pesos más su ya abultada dieta. Es decir, un reajuste de más de 10 veces el monto del salario mínimo que recién le habían fijado, de consuno con el Gobierno, a más de un millón de trabajadores, es decir a un 15 por cierto de nuestra masa laboral.

Cómo no sorprenderse de estos analistas y operadores políticos en su pretensión de igualarse con las grandes potencias y extenderle críticas y recomendaciones, más encima, por la situación que les afecta. Obnubilados, ciertamente, por el exitismo de algunas cifras económicas, la prosperidad individual y el desconocimiento grave de la agraviante realidad en que vive o sobrevive de la mayoría de los chilenos. Explicado, también, por la falta de diversidad informativa que confina a diarios y canales de televisión en un periodismo monocorde, abyecto y financiado por los dueños del país. Gracias a la publicidad con la que los favorecen y, otra vez, por la nula injerencia del Estado en procurar que un pilar fundamental de la democracia esté garantizado por políticas comunicacionales que impidan la escandalosa concentración y extranjerización, también, de nuestros grandes medios de comunicación. Cuestión en que también Europa y algunos países de nuestra región pueden darnos verdaderas lecciones de republicanismo.

Analistas impúdicos y pretensiosos que ocultan además, que todo el modelo que nos ha ubicado como uno de los países más desiguales del Planeta, sólo ha sido posible con la vigilancia activa que las Fuerzas Armadas chilenas ejercen sobre los poderes del estado, muy especialmente para resguardar el complimiento de las leyes de impunidad, el despropósito de un cuerpo legal criminal como la Ley Antiterrorista que nos rige con todo el ordenamiento institucional legado del régimen castrense. Todo un poder fáctico que delibera más que los añosos partidos políticos y exige presupuestos millonarios para consolidar su incontrarrestable poder de fuego y la vida dispendiosa de sus oficiales. Que alimenta, por lo demás, las controversias y provocaciones limístrofes, cuanto que se asegura que nuestros dirigentes políticos por ningún motivo superen las controversias para cimentar la paz en nuestras fronteras.

Impunidad y despropósitos judiciales que han sido consagrados por todos los gobiernos de la posdictadura y, en concreto, por los mismos que hoy exigen la repatriación a Chile de los presuntos autores del fundador del partido de derecha más gravitante del actual gobierno de Sebastián Piñera, cuando por tantos años avalaron el terrorismo de estado y la violación sistemática de los Derechos Humanos. Convenciendo al conjunto de la clase política para rescatar a Augusto Pinochet de la justicia internacional. Demanda que también nos ha avergonzado en medio de esta cumbre presidencial, donde concurren mandatarios que representan a países que por más de 60 años han perseguido los crímenes del fascismo, el nazismo y el estalinismo.

En este descaro colectivo que vive la presumida política, la economía y la moral pública en nuestro país.

Fuente: http://radio.uchile.cl/columnas/191849/

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