A pocos meses de las elecciones ya hemos visto de todo, subidas y bajadas de candidatos, descalificaciones, cuestionamientos.
Es increíble ver candidatos descubiertos en sus “turbiedades“, como es el caso de Golborne y luego elevado nuevamente como si se hubiesen borrado los cuestionamientos, no hay vergüenza alguna, ya no les importa que todo el mundo sepa la calidad de personas que son, gracias a una ley hecha a su medida, ellos deciden quién va a ser senador o diputado, sin importar lo que la gente diga con su voto.
Vemos como los mismos que no hicieron nada por cambiar las cosas ahora levantan esas mismas banderas de lucha como si fueran los más feroces defensores.
Vemos como arreglan las leyes para favorecerse a sí mismos o al lobbysta que más ofrezca.
Es verdaderamente impresionante ver a ciertos dirigentes “indignados” no por la corrupción descubierta, sino porque se mostró a la luz pública. Ante este cuadro uno debiera pensar en que votar es una pérdida de tiempo y hacerse cómplices del sistema.
Desgraciadamente no votar o anular nos deja sin posibilidades de cambio alguno, porque efectivamente ellos van a salir electos con la mayoría del universo votante y no considerando el universo inscrito, que en la actualidad somos todos los mayores de 18 años y por tanto nuestra voluntad de manifestar nuestro descontento es invisible, tal cual lo fue en las primarias, donde el 80% de los votantes no concurrieron a emitir su voluntad, sin embargo ellos celebraron como un gran triunfo. Eso mismo va a ocurrir en las presidenciales, así lo presentarán aunque sean 1000 los que voten, el que tenga 501 ganará y lo celebrarán como un gran triunfo.
¿Qué hacer entonces?, pues no nos queda más que hacernos parte de esto para poder cambiarlo desde dentro, Chile es un país eminentemente sistémico, conservador y electoralista y por tanto cree en esto de las votaciones; sin demasiada preocupación y sin demasiada información, vota una y otra vez por los mismos, rumiando la rabia que en 4 años más se le olvida y seguimos con la puerta giratoria de la política.
Entonces la única opción que tenemos para transformar esta realidad corrupta y opresiva, en manos del poder económico que hoy nos rige es, ni más ni menos que hacernos del Estado.
No nos queda otra. Y para esto hay sólo dos caminos, uno es el de la fuerza, camino que hoy se ve inviable debido al gran numero de recursos y factores que involucra. El otro camino es claro, el electoral, para lo cual solo se requieren dos instancias, a) votación efectiva de todo el padrón electoral y b) un candidato que realmente represente las demandas del pueblo.
Es decir, no es tan difícil si se tiene sólo un candidato. La transformación posterior a las elecciones sólo es cuestión de voluntad una vez que se haya ganado. La mayoría es la fuerza requerida para llevar esas transformaciones a cabo.
Hoy más que nunca necesitamos unir fuerzas con los que siempre quedamos fuera, con los que siempre nos jugamos el todo por nada, hoy debemos usar sus mismas armas, necesitamos un conglomerado amplio de izquierda que nos represente lo mejor posible, gente nueva, nacida de los movimientos sociales, sacados de las bases, gente que se la ha jugado, que ha estado junto a los estudiantes, a los trabajadores, a los pobladores, a los olvidados de este sistema político corrupto.
Hoy necesitamos llevar sólo un candidato presidencial, con partidos y movimientos generosos que no piensen más en sus ganancias políticas y económicas que en el bienestar común, gente que esté dispuesta a jugársela por cambiar la constitución, por instalar una asamblea constituyente, por otorgar gratuidad y calidad en educación y salud, a terminar con el asqueroso lobby, que terminen con las AFP, en fin, lo que por años hemos peleado.
Necesitamos personas incorruptibles, comprometidas no con sus intereses personales y su bolsillo sino con sus valores, con su pueblo, personas con una verdadera vocación de servicio, revolucionarios reales.
Cecilia Ibáñez y Leonardo Pérez Brown, especial para SICNoticias.
