La participación de los niños y las niñas es constitutivo de este nuevo diseño de la sociedad.

Intervención de Darío Cid Martínez, del Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo, Argentina, en el Seminario Internacional “Hacia un nuevo Contrato Social desde las Infancias, el Estado y la Sociedad” efectuado en Lima, Perú los días 19 y 20 de noviembre de 2012, organizado por INFANT, Nagayama Norio.

El dilema jurídico que enfrenta la llamada civilización, tal vez ya no sea el de la lucha por la sanción y vigencia formal de las leyes, sino el de la viabilidad o inviabilidad de los derechos consagrados en ellas. Mientras las constituciones y las convenciones internacionales les pregonan una cosa, los rostros humanos dicen algo diferente.

Los pobres de hoy, a la vez que ascendidos al estatus de sujetos de derechos humanos fundamentales, carecen  de lugar y función en la sociedad. Son considerados por el poder y los mercados como “población excedente”, no les sirve ni para consumir.

Las reformas implementadas de los códigos y su aplicación en orden a la Convención sobre los Derechos del Niño de la Naciones Unidas no modificaron en nada el amperímetro de la desigualdad y la inaccesibilidad  a esos derechos que los niños miran desde una vidriera de los arrabales y las periferias, con la “ñata contra el vidrio” como dice el tango.

En nuestra sociedad ha ganado un imaginario colectivo que en vez de proteger a los niños, debemos protegernos de ellos, “son los responsables de la inseguridad”. Por ello es necesario bajar la imputabilidad de los niños, si es necesario, hasta el momento de la concepción, por que traen consigo el germen genético de la delincuencia.

Nuestra sociedad ha llevado a sus hijos a vivir en “cárceles a cielo abierto”, a verdaderos campos de concentración, las villas, para que vivan y mueran de cualquier manera, en silencio, lejos de nuestras miradas. Allí, la Convención de los Derechos del Niño es apenas una expresión de deseos.

La política pública es el hambre, el “paco” y la bala policial, llamada “gatillo fácil”.

Ha dicho, Eugenio Zaffaroni que la positivización de los derechos humanos en instrumentos normativos internacionales sirven para demostrarnos que el mundo está al revés “ La pretensión de que los mismos están realizados, no pasa de ser una tentativa de poner los derechos humanos al revés, y por ende, neutralizar su potencial transformador”.

La batalla iniciada en el siglo XVIII por la proclamación de los derechos humanos, parece estar llegando a su fin. Nadie dudaría que la promoción y protección de los mismos, es cuestión prioritaria para la comunidad internacional, como lo documenta la Declaración y Programa de Acción  de Viena de 1993, sin embargo nos quedarán estos mecanismos de la ingeniería jurídica, congelados en el vacío de su infactibilidad.

“El contraste entre los discursos y el hambre, entre la Convención y la vida es un contrapunto entre dos idiomas que se llaman en vano”

 “La violencia ejercida contra los niños es de tal magnitud que no generan otra cosa que un lenguaje de pura violencia

Un nuevo contrato social implica necesariamente la lucha por un nuevo orden político y económico que incluya a todos.

Un nuevo contrato social implica necesariamente “imaginar otra sociabilidad humana”. Es por ello que la participación de los niños y las niñas es constitutivo de este nuevo diseño de la sociedad.

Ellos y ellas traen consigo la semilla del pensamiento mágico, que debemos cuidad y que tiene el mismo peso ontológico que el pensamiento científico. Es el pensamiento mágico que encumbró a Gabriel García Márquez , a Juan Rulfo, a Vallejo, a Neruda.

Nuestro Movimiento Nacional de los Chicos del Pueblo es parte constitutiva de la clase trabajadora, nuestra inspiración proviene de la mejor memoria de ella; de los movimientos obreros de principios del siglo XX, de Tosco,  Walsh, Salamanca.

Es por ello que cuando decimos que nuestra esperanza está en la clase trabajadora, decimos niño, adulto, anciano, decimos él y decimos ella.

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